Los amos del mundo

 

Artículo del escritor español Arturo Pérez-Reverte, publicado en “El Semanal” el 15 de noviembre de 1998, y que ahora, diez años después, aparte su lenguaje escatológico, se revela como una auténtica profecía.

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LOS AMOS DEL MUNDO

Arturo Pérez-Reverte

Usted no lo sabe, pero depende de ellos. Usted no los conoce ni se los cruzará en su vida, pero esos hijos de la gran puta tienen en las manos, en la agenda electrónica, en la tecla intro del computador, su futuro y el de sus hijos. Usted no sabe qué cara tienen, pero son ellos quienes lo van a mandar al paro en nombre de un tres punto siete, o de un índice de probabilidad del cero coma cero cuatro.

Usted no tiene nada que ver con esos fulanos porque es empleado de una ferretería o cajera de Pryca, y ellos estudiaron en Harvard e hicieron un máster en Tokio -o al revés-, van por las mañanas a la Bolsa de Madrid o a la de Wall Street, y dicen en inglés cosas como long-term capital management, y hablan de fondos de alto riesgo, de acuerdos multilaterales de inversión y de neoliberalismo económico salvaje, como quien comenta el partido del domingo.

Usted no los conoce ni en pintura, pero esos conductores suicidas que circulan a doscientos por hora en un furgón cargado de dinero van a atropellarlo el día menos pensado, y ni siquiera le quedará a usted el consuelo de ir en la silla de ruedas con una recortada a volarles los huevos, porque no tienen rostro público, pese a ser reputados analistas, tiburones de las finanzas, prestigiosos expertos en el dinero de otros. Tan expertos que siempre terminan por hacerlo suyo; porque siempre ganan ellos, cuando ganan, y nunca pierden ellos, cuando pierden.

No crean riqueza, sino que especulan. Lanzan al mundo combinaciones fastuosas de economía financiera que nada tiene que ver con la economía productiva. Alzan castillos de naipes y los garantizan con espejismos y con humo, y los poderosos de la tierra pierden el culo por darles coba y subirse al carro.

Esto no puede fallar, dicen. Aquí nadie va a perder; el riesgo es mínimo. Los avalan premios Nóbel de Economía, periodistas financieros de prestigio, grupos internacionales con siglas de reconocida solvencia. Y entonces el presidente del banco transeuropeo tal, y el presidente de la unión de bancos helvéticos, y el capitoste del banco latinoamericano, y el consorcio euroasiático y la madre que los parió a todos, se embarcan con alegría en la aventura, meten viruta por un tubo, y luego se sientan a esperar ese pelotazo que los va a forrar aún más a todos ellos y a sus representados.

Y en cuanto sale bien la primera operación ya están arriesgando más en la segunda, que el chollo es el chollo, e intereses de un tropecientos por ciento no se encuentran todos los días.

Y aunque ese espejismo especulador nada tiene que ver con la economía real, con la vida de cada día de la gente en la calle, todo es euforia, y palmaditas en la espalda, y hasta entidades bancarias oficiales comprometen sus reservas de divisas. Y esto, señores, es Jauja.

Y de pronto resulta que no. De pronto resulta que el invento tenía sus fallos, y que lo de alto riesgo no era una frase sino exactamente eso: alto riesgo de verdad. Y entonces todo el tinglado se va a tomar por el saco. Y esos fondos especiales, peligrosos, que cada vez tienen más peso en la economía mundial, muestran su lado negro. Y entonces -¡oh, prodigio!- mientras que los beneficios eran para los tiburones que controlaban el cotarro y para los que especulaban con dinero de otros, resulta que las pérdidas, no.

Las pérdidas, el mordisco financiero, el pago de los errores de esos pijolandios que juegan con la economía internacional como si jugaran al Monopoly, recaen directamente sobre las espaldas de todos nosotros. Entonces resulta que mientras el beneficio era privado, los errores son colectivos y las pérdidas hay que socializarlas, acudiendo con medidas de emergencia y con fondos de salvación para evitar efectos dominó y chichis de la Bernarda.

Y esa solidaridad, imprescindible para salvar la estabilidad mundial, la pagan con su pellejo, con sus ahorros, y a veces con sus puestos de trabajo, Mariano Pérez Sánchez, de profesión empleado de comercio, y los millones de infelices Marianos que a lo largo y ancho del mundo se levantan cada día a las seis de la mañana para ganarse la vida.

Eso es lo que viene, me temo. Nadie perdonará un duro de la deuda externa de países pobres, pero nunca faltarán fondos para tapar agujeros de especuladores y canallas que juegan a la ruleta rusa en cabeza ajena.

Así que podemos ir amarrándonos los machos. Ése es el panorama que los amos de la economía mundial nos deparan, con el cuento de tanto neoliberalismo económico y tanta mierda, de tanta especulación y de tanta poca vergüenza.

Acerca de Enrique
Aficionado a la fotografía

9 Responses to Los amos del mundo

  1. Rosa says:

    No se puede estar más de acuerdo con este texto… a veces lees un escrito y te parece una exageración, pero cuando pasa el tiempo compruebas, a veces con un poco de miedo, que quizá no era tan improbable como parecía… puede que en la semana que viene te coja el texto prestado para el leru… no sé si los bancos se recuperarán o no, pero lo que sé es que mi padre terminará esta semana de hacer el inventario del contenido de la nave donde trabajaba, que es el único trabajo que les queda ya antes de echar el cierre… en fin, sólo queda esperar a que los tiburones se apiaden de las pobres sardinas y decidan dejarse de tntería y buscar realmente el modo de ayudarlas antes de que acaben todas enlatadas y escabechadas.
    Besos.
    Rosa.  

  2. Enrique says:

    Los tiburones no se apiadan de las sardinas y boquerones, se los comen. Conocí en mi trabajo al autor de este árticulo, no tiene pelos en la lengua. Lo puedes coger, no es mio, es de su autor, lo recibí por correo.
    A ver si nos queda para sopa de ajos. Lamento lo de tu padre, pienso en todos los trabajadores que no han parado en sus vidas y ahora se encuentran en la calle y con edades que no son para empezar de nuevo. Los ricos cada vez más ricos.
    Muchos besos.
    Enrique

  3. Unknown says:

    Siento mucho lo de tu padre, Rosa. Está visto que como muy bien dice el artículo, la crisis siempre golpea a los mismo.
     
    Besos.
     
    Ana_MS

  4. Unknown says:

    He tenido que crear otra cuenta; el ordenador no me reconoce la anterior. ¡En fin, todo patas arriba para nada!. Muy bueno el artículo, Enrique; y tiene más razón que un santo.
     
    Muchos besos.
     
    Ana_MS

  5. Enrique says:

    Si este Arturo no se calla, escribió una novela en la que el protagonista estaba en el lugar donde yo trabajaba.
    Muchos besos alegres por tu vuelta.
    Enrique

  6. Rosa says:

    Gracias a los dos 🙂
    De momento la cosa no está todo lo mal que podría estar: ya no está la empresa, pero hay algunos trabajillos en el campo para ir tirando… en fin, habrá que buscarse las habas, tarde o temprano siempre acaba pasando, aunque no es justo que siempre lo paguemos las "sardinas".
    Besos.
    Rosa.

  7. Rosa says:

    Por cierto, dejo aquí un vídeo muy acertado también sobre el tema, aunque en un tono muy diferente… hay que tomar las cosas con humor, a veces se convierte en una necesidad tan fundamental como respirar: http://es.youtube.com/watch?v=xUbuCdj1r4Q
    Rosa.

  8. Enrique says:

    Ir tirando no es la solución, mientras otros se ponen las botas, con crisis y todo. Mal repartido está el mundo.Que pronto tenga un trabajo digno tu padre, Rosa.
    Gracias por el video y tus visitas.
    Besos Enrique

  9. Unknown says:

    Muy bueno el vídeo; muchas gracias Rosa. Ya verás como todo se soluciona antes de lo que parece.
     
    Muchos besos.
     
    Ana.

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